Son días de otoño. El sol marca una luz dura constante.  Todo lo que rebota contra el frente vidriado del Hospital se traduce en un resplandor que te deja ciego.

Si habláramos “en blanco y negro”, en el otoño patagónico, cuando hay sol, no existen los grises.

Me arriesgo a decir que casi siempre, adentro del caos de la historia explícita y de todo su contexto se encuentra algo inesperado.

Aun en esos días donde no parece haber nada en el medio de la luz y de la sombra, todo ocurre a la vez.

Mientras las banderas se mueven y los redoblantes aturden, una mujer muestra un cartel, con el recorte de una foto pegada improvisadamente con cinta adhesiva.

En la fotografía dos enfermeras se abrazan al recordar a sus colegas fallecidos a causa del coronavirus.

La imagen es una foto de Luis Hernán Foulliet, realizada en el momento más áspero de la pandemia del año 2020, en la ciudad de La Plata.

Es la imagen central de la última muestra anual de ARGRA.

Trato de preguntarle rápidamente el “por qué” de la foto, y me dice que la representaba.

Hay fotografías que tienen el poder de volverse arquetipos. Que tienen esa fuerza de sostenerse en el tiempo. Van en un eje diferente a las imágenes narcisistas y hedonistas de las que estamos bombardeados diariamente en esta era tecnológica. Esas últimas están destinadas a morir.

Todos leímos en algún momento “instrucciones para mirar una fotografía” de Cora Gamarnik.

https://lobosuelto.com/instrucciones-para-mirar-una-fotografia-cora-gamarnik/

Y nos dimos cuenta que a cada foto había que preguntarle cosas.

“…Ver qué llama enciende, que vacío deja…”

Y esas imágenes que nos devuelven respuestas o más interrogantes son las que sobreviven.

Son un soporte silencioso que vuelven al pueblo para contar su historia.