Mario Graziano (73) un jubilado viedmense comenzó a sentir problemas gastrointestinales y levantó fiebre. Nada parecía diferente a los inconvenientes propios de su hipertensión arterial y diabetes.

Además, se cuidaba al extremo desde el comienzo de la pandemia. Frente a ese cuadro fue hisopado y diagnosticado como positivo de covid 19 y permaneció en su casa junto a su hijo Gabriel (48), médico traumatólogo y su nuera Ayelén Baqueiro (44), kinesióloga terapista del hospital Artémides Zatti, hasta que tuvo dificultades severas para respirar.

Lo trasladaron de urgencia al hospital con una neumonía bilateral y quedó aislado junto a su hijo que lo acompañó durante muchas jornadas donde fluctuó entre la vida y la muerte.

Perdió fuerzas, no podía levantarse ni para ir al baño. Fueron noches penosas porque el cuerpo usa músculos que no están preparados para respirar cuando los pulmones no responden y el dolor es constante.

Su deterioro fue tal que una noche, cuando habían acostado a Mario boca abajo y el dolor y la dificultad para respirar se acrecentaban, médicos y enfermeros le dijeron a Gabriel que “se prepare para lo que viene”. Había que tomar una decisión.

Gabriel alcanzó a hablar con su padre pese a todo y Mario le dijo que él decidiera lo mejor para su vida.

Decidió esperar esa madrugada, ordenar sus pensamientos y de manera inesperada a las 4 en la penumbra de la habitación, Mario comenzó a mejorar; cuando el nivel de saturación de su oxigeno empezó a aumentar.

En los días que siguieron pudo hablar con Ayelén a través del vidrio de la ventana de la habitación; jugó a las cartas con su hijo, retomó los planes para ir a pescar -una de sus pasiones- y acordaron comer “milanesas a la napolitana” cuando “todo pase”.

“Aislado te sentís como un pez en una pecera” contó Gabriel, pero “regularmente veíamos al equipo de médicos y enfermeros con su equipo de protección personal, y cuando el panorama estaba próximo a la recuperación de Mario, hablábamos con los mucamos y mucamas sobre música y pesca cuando venían a trabajar en nuestra habitación, eso fue importantísimo”.

El día que recibió el alta las enfermeras le armaron un cartel que decía “¡Vencí al Covid!” y Mario prometió enmarcarlo. Quedaban atrás los días de estrés, nerviosismo e incógnitas.

El regreso a casa fue un renacer, el viaje era un eterno retorno al aire fresco del barrio que le avisó que era un sobreviviente. Junto a Ayelén, Gabriel y su nieta Agustina, Mario aseguró: “en el hospital Zatti me salvaron la vida”.